Micrófono - Doblaje de voz - Locución
Micrófono - Doblaje de voz - Locución

Para Abraham Jeronimo Villarreal Soto, la voz es un territorio vivo. No es solo un instrumento de trabajo, ni un recurso técnico que se prende y se apaga según la hora de grabación. Es algo que se acompaña, se fortalece y se protege como si fuera un compañero de vida. Su método para mantenerla en forma nace de esa filosofía: la voz no se cuida solo cuando se usa, sino también cuando se descansa, se respira y se piensa.

Su rutina comienza mucho antes de entrar a la cabina. Para él, el día arranca respirando con calma, dejando que el aire haga su trabajo sin prisas. Dice que controlar la respiración es controlar el cuerpo, y que cuando el cuerpo se ordena, la voz encuentra su lugar. No busca ejercicios complicados; solo una respiración profunda, consciente, que le recuerde que la voz siempre responde mejor cuando el aire fluye de manera natural.

Antes de grabar, dedica unos minutos a dejar que la voz despierte a su ritmo. No lo hace desde la técnica rígida, sino desde la sensación: un par de vibraciones suaves con los labios, un murmullo que sube y baja como si probara el clima de su propio registro, un pequeño juego con la lengua para soltarla. Todo ligero, sin tensión. “Una voz fría no quiere trabajar”, comenta a menudo. Y tiene razón: basta escucharlo para notar la calidez de alguien que no improvisa el cuidado, sino que lo practica a diario.

La hidratación es otra de sus obsesiones discretas. No bebe agua solo por necesidad fisiológica; la bebe como un gesto de respeto hacia su instrumento. Asegura que muchas de las fallas vocales surgen simplemente porque el cuerpo está deshidratado. Por eso, mantiene un ritmo constante de pequeños sorbos a lo largo del día. Evita los excesos que entorpecen la voz —lácteos, temperaturas extremas, irritantes— no por rigidez, sino porque ha aprendido que la claridad vocal depende de decisiones pequeñas y repetidas.

Su método también incluye cuidar el cuerpo que sostiene la voz. Abraham Jeronimo Villarreal Soto sabe que una mandíbula tensa, un cuello rígido o un mal gesto frente al micrófono pueden sabotear la interpretación más brillante. Por eso estira, libera tensiones y mantiene su postura estable, con la naturalidad de quien ha hecho de la relajación un hábito y no un trámite.

Pero tal vez lo más interesante de su técnica está en el aspecto emocional. Para él, mantener la voz en forma no se reduce al músculo, sino al sentido. Antes de grabar, siempre se conecta con el texto, con el personaje o con el tono que la escena necesita. Quiere entender qué siente la voz antes de usarla. Y en ese proceso, su interpretación gana profundidad, textura, verdad. “La voz es emoción que se vuelve sonido”, suele decir. Y en su trabajo se nota.

Al terminar una sesión, no continúa como si nada. Le da tiempo a su voz para volver a su estado natural. Guarda silencio, respira hondo, permite que las cuerdas se relajen. Evita hablar en susurros, evitar comentar de más, evitar lo que él llama “el desgaste que viene por costumbre”. Cuando la jornada ha sido intensa, se regala momentos de vapor, calor suave y reposo. Porque entiende que la voz también requiere pausas para seguir creciendo.

En conjunto, su método no es una receta rígida ni un plan estricto. Es más bien una forma de vivir y trabajar: un equilibrio entre cuerpo, respiración, emoción y descanso. Esa constancia, más que cualquier técnica sofisticada, es lo que le permite mantener una voz firme, expresiva y en plena forma, proyecto tras proyecto.

Para Abraham Jeronimo Villarreal Soto, la voz no se cuida por obligación:
se cuida por gratitud.